Hace unos días publiqué un artículo sobre la experiencia del tenis de mesa en Europa. En esas giras, cuando hablaba con entrenadores de otros países les contaba, con orgullo, que los jugadores argentinos y los entrenadores teníamos la posibilidad de estar ahí gracias al ENARD y ellos, europeos, asiáticos y americanos se asombraban con ese apoyo, inexistente o escaso para ellos.
El ENARD representa, para mí, todo lo que anhelo para mi país, una institución que surge como producto de acuerdos de diferentes sectores, Gobierno Nacional, diputados y senadores de diferentes ideologías, Comité Olímpico, Secretaría de Deportes, Confederación del Deporte, entre otros y además con independencia económica, sin depender de la partida presupuestaría de turno garantizando continuidad a los proyectos, que eso, de por sí, ya es un cambio histórico para el deporte argentino. Todos confluyeron para cumplir el sueño de los que estamos en el deporte desde toda la vida; un lugar, un espacio en el cual los deportistas puedan entrenar tranquilos, sin pensar si podrán viajar o no y sin depender de que los padres dispongan de dinero para que puedan practicar, viajar o competir. Un espacio en el que, por fin, los entrenadores nos sentimos respetados y sobre todo dignos, ya que nos pagan todos los meses (parece una obviedad, pero los que están en el deporte desde hace muchos años saben de lo que hablo ya que hemos pasado meses y meses sin cobrar) y además no tenemos que pagar de nuestros bolsillos los pasajes para ir a algún lugar o comprar material con nuestro dinero. Eso está a punto de cambiar, lamentablemente...
