Sacudía el mate, tapando la boca
del mismo para sacarle un poco de polvo a la yerba. Levanto la vista y veo a un
grupo de jóvenes que me miraban con curiosidad, con desconcierto, “¿what is
that? (¿qué es eso?)” me preguntó uno de ellos. Nigeriano, él, de solo 17 años,
“si, ¿Qué es eso?” se animaba un alemán, y se acercaban una croata, una
tailandesa, un egipcio, un austriaco, una serbia, mientras que de lejos miraban
un par de chinos. “Mate” dije, que es un tipo de té, comenté para salir rápido
del paso y decir algo que es una verdad a medias. Me rodearon y veían con
atención como cebaba uno y como me lo tomaba. El alemán se animó a probar, y
los demás atentos miraban su reacción. Puso una tremenda cara de asco y los
demás retrocedieron como si se hubiese infectado algo contagioso. “Pasa que yo
lo tomo amargo, con azúcar pasa mejor”. “Es rico, me gustó” dijo Cedric
agregando que lo que le sorprendió es que estuviese caliente, pero que era
rico, de todas maneras, ningún otro se animó a probar. Pero desde ese día, en
Shanghái en el contexto de un campamento de entrenamiento para jugadores
clasificados para los juegos olímpicos de la juventud, Martín, el jugador
argentino clasificado, y yo, nos hicimos visible y Martín hizo varios nuevos
amigos.